El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, condenó el miércoles los ataques de Rusia contra las infraestructuras civiles de Ucrania, calificándolos de “bárbaros”.
“En las últimas semanas, Rusia ha bombardeado más de un tercio del sistema energético ucraniano, dejando a millones de personas sumidas en el frío”, dijo Blinken tras una reunión con sus homólogos de la OTAN en Bucarest.
Una feroz campaña rusa de bombardeos con misiles diezmó dramáticamente la infraestructura energética de Ucrania y dejó a millones de personas en la oscuridad.
“Estos son los nuevos objetivos del Presidente Putin. Los está golpeando con fuerza. Esta brutalización del pueblo ucraniano es una barbaridad”.
Los aliados de la OTAN se comprometieron a ayudar a Ucrania a reconstruir su destrozada red eléctrica al reunirse el martes con el ministro de Asuntos Exteriores del país.
Blinken dijo que los aliados occidentales estaban creando un grupo de coordinación para sincronizar su apoyo para restaurar la infraestructura de Ucrania. También insistió en que, al mismo tiempo que buscan ayudar a Ucrania a reparar su red eléctrica, Estados Unidos y sus aliados también están proporcionando a Kiev sistemas antiaéreos “para establecer la mejor defensa posible”.
Tenemos que hacer ambas cosas, y estamos haciendo ambas cosas”, dijo Blinken.
El máximo diplomático de Washington dijo que Estados Unidos apoyaba “la necesidad de una paz justa y duradera” en Ucrania, pero que los ataques de Moscú demostraban que no tenía interés en conseguirla.
“Los salvajes ataques de Rusia contra los civiles ucranianos son la última demostración de que el presidente Putin no tiene actualmente ningún interés en una diplomacia significativa”, dijo Blinken.
“A falta de borrar la independencia de Ucrania, intentará forzar a Ucrania a un conflicto congelado, bloquear sus ganancias, descansar y reequipar sus fuerzas y luego, en algún momento, volver a atacar”.
Ucrania presionó este martes a los países de la OTAN a agilizar el envío de armas y ayuda para recuperar la red eléctrica, devastada por bombardeos rusos, como parte de un esfuerzo para ayudar a los ucranianos a enfrentar el invierno boreal.
Durante una reunión ministerial de la OTAN en Rumania, el ministro de relaciones exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, pidió que las entregas, especialmente para defensa antiaérea, lleguen “más rápido, más rápido, más rápido”.
Kuleba dijo que “cuando tengamos transformadores y generadores, podremos restaurar nuestro sistema (...). Cuando tengamos sistemas de defensa aérea, podremos proteger la infraestructura de la próxima oleada de misiles rusos”.
De acuerdo con el jefe de la diplomacia ucraniana, lo que el país necesita con urgencia son (misiles) “Patriot y transformadores”.
Este llamado por más ayuda se conoció poco después que el jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg, alertara que Rusia buscaba utilizar el invierno como un “arma de guerra” contra Ucrania.
Los miembros de la OTAN ya han enviado a Ucrania armas y equipos -médicos o de telecomunicaciones- por valor de miles de millones de dólares, pero el país pide más recursos de defensa aérea, tanques y misiles de largo alcance para hacer retroceder a las fuerzas rusas.
Sin embargo, ya es evidente la creciente preocupación por la fuerte disminución y casi agotamiento de las reservas estratégicas, especialmente de municiones, en varios países de la OTAN a raíz de los envíos a Ucrania.
En medio de una creciente tensión geopolítica, Estados Unidos e Irán protagonizan una serie de eventos que han encendido las alarmas en la comunidad internacional. Las acciones militares recientes, sumadas a las reacciones diplomáticas y económicas, han configurado un panorama complejo en una de las regiones más sensibles del planeta.
El pasado 22 de junio, el gobierno de los Estados Unidos llevó a cabo la operación militar denominada Midnight Hammer, mediante la cual bombardeó tres instalaciones nucleares iraníes en Fordow, Natanz e Isfahán. Esta ofensiva, ejecutada con misiles Tomahawk y bombarderos estratégicos, fue justificada como una medida preventiva ante una supuesta amenaza nuclear inminente por parte de Irán.
En respuesta, el 23 de junio, Irán lanzó un ataque con misiles balísticos hacia la base aérea estadounidense de Al Udeid, en Catar, en el marco de la operación denominada Glad Tidings of Victory. De acuerdo con fuentes oficiales, los proyectiles fueron interceptados y no se reportaron víctimas ni daños mayores.
El gobierno iraní confirmó que las instalaciones en Fordow sufrieron “daños severos”, aunque no se ha detallado el impacto técnico en su programa nuclear. En paralelo, el Parlamento iraní aprobó una medida no vinculante que propone el cierre del Estrecho de Ormuz, un corredor clave para el tránsito global de crudo. Aunque la decisión definitiva recae en el Consejo Supremo de Seguridad Nacional, la posibilidad ha generado incertidumbre en los mercados energéticos internacionales.
A pesar de las hostilidades, ambos países mantienen canales diplomáticos activos. En abril, delegaciones de Estados Unidos e Irán sostuvieron conversaciones en Mascate, Omán, en las que Irán presentó un plan en tres etapas que incluye limitaciones a su programa nuclear, el levantamiento gradual de sanciones y el compromiso de reducir el apoyo a actores armados regionales.
Ante esta coyuntura, el Grupo de los Siete (G7) emitió un llamado el 30 de junio para reanudar de manera urgente las negociaciones multilaterales, subrayando la importancia de alcanzar un acuerdo verificable y duradero que evite una escalada regional.
Por su parte, expertos internacionales han advertido sobre posibles amenazas cibernéticas y acciones de represalia no convencionales. Las autoridades estadounidenses han elevado los niveles de vigilancia ante posibles ataques internos durante la celebración del 4 de julio, aunque hasta el momento no se han identificado amenazas concretas.
En este tablero de tensiones globales, cada movimiento entre Washington y Teherán redefine los equilibrios de poder en Medio Oriente, y con ello, el curso de la seguridad internacional. Mientras la comunidad internacional insiste en el diálogo y la contención, el mundo permanece en vilo, a la espera de que la diplomacia logre prevalecer sobre la confrontación.
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